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  • Writer's picturePablo Clarke

Cinco finales antes del mundial: la importancia de llegar bien al parón


Tras un inicio de campaña que tomó una clara trayectoria ascendente, con siete partidos seguidos sin conocer la derrota, los esfuerzos de los toffees se han visto eclipsados por la dureza de una competición que castiga mucho la inconsistencia.

Tres derrotas consecutivas frente a Manchester United, Tottenham y Newcastle United nos han dejado un punto por encima de la zona roja, en decimoquinto lugar. En un principio, eran tres partidos en los que no partíamos como favoritos y, pese a que se entiendan las derrotas, no es aceptable — sobre todo los últimos dos — la manera en la que hemos caído, sin prácticamente oponer resistencia.


Si bien es verdad que la descomposición de la buena racha queda en tres victorias (dos en liga, una en copa) y cuatro empates, las sensaciones en Goodison Park con esta positiva dinámica estaban fortaleciéndose a paso de gigante. Los aficionados estábamos satisfechos con nuestro club por primera vez en año y medio, que se dice pronto (desde el periodo de Carlo Ancelotti).


De ahí que cueste entender por qué en vez de pisar el acelerador en tres partidos de mayor exigencia física y técnica, lo hemos quitado. Cero tiros a puerta en 180 minutos de fútbol es un dato escalofriante, en la mala connotación de la palabra. Renunciamos al esférico para tener una línea defensiva que, no obstante, de férrea tiene poco. Más allá de eso, el balón nos quema; nuestro juego creativo es, sin duda alguna, de los peores de la competición.


Tanto la semana pasada contra el Tottenham como ayer frente a Newcastle United no ofrecimos un plan alternativo cuando nos pusimos por debajo en el marcador. Nuestra estadística de goles esperados — esa estadística que mide los goles que deberías haber marcado en relación a la calidad de las ocasiones que has creado — quedó reducida a 0,0.


La lesión de Nathan Patterson, jugador sin el que se haría imposible explicar nuestro positivo arranque de temporada, nos está pesando bastante más de lo que nos gustaría. La producción por los flancos se ha visto reducida en exceso, con un Vitalii Mykolenko por la banda izquierda cuyo

fuerte no es la parcela ofensiva. Seamus Coleman tampoco es el que era hace unos años y se limita, en muchas ocasiones, a mantener su posición antes que a ofrecer desmarques en ataque.


En la zona de creación, Amadou Onana sigue en pleno proceso de adaptación a una liga mucho más demandante que la francesa y, aunque no es difícil apreciar su potencial tanto físico como técnico, aún le falta pulir su juego para explotar las exuberantes cualidades que posee.


Finalmente, la producción ofensiva de Demarai Gray y Anthony Gordon desde los extremos está siendo realmente insuficiente. De los hombres desbordantes se espera más creación de la ofrecida; sobre todo de Anthony Gordon, un jugador cuyo potencial hizo que el Chelsea estuviese dispuesto a pagar hasta €60 millones por él y que, según algunos medios, está exigiendo una subida considerable de su salario. A tan baja edad en el mundo del fútbol, primero va la consistencia y con ello, el dinero.


A pesar de los problemas expuestos, esta liga no espera a nadie y tenemos poco margen de corrección de cara a las cuatro finales que nos quedan antes de que el mundial ponga un stop a las competiciones de clubes.


Sin ir más lejos, en menos de 48 horas recibimos al Crystal Palace, en una reedición del partido que nos vio certificar la permanencia en mayo. El conjunto de Patrick Vieira (CRY) tendrá ganas después de la invasión de campo que sucedió al choque aquel día, en la que el propio técnico fue agredido. Más allá de los eventos extradeportivos, es un equipo de juego alegre, pero con una inconsistencia similar a la nuestra, sobre todo fuera de casa: el combinado del sur de Londres es uno de los ocho planteles que sigue sin conocer la victoria como visitante.


La semana siguiente volvemos a poner rumbo a Londres para reencontrarnos con nuestro ex técnico Marco Silva y su correoso Fulham, un equipo que parece que se está desinflando, pero que supondrá un reto importante, sobre todo en su campo.

Cerraremos nuestro calendario previo al mundial recibiendo a Leicester y viajando a Bournemouth dos veces en menos de una semana (primero en copa, luego en liga), dos conjuntos

que andarán por nuestra zona. Muy interesante, bajo mi punto de vista, ese doble enfrentamiento contra los cherries (BOU), en el que la madurez de Frank Lampard para cambiar el planteamiento y despistar a su homólogo será puesta a prueba.


En lo que nos concierne a nosotros de cara al futuro inmediato, se requieren cambios tanto de personal como de sistema. La necesidad de que James Garner entre en el once va en incesante crecimiento y se pide a gritos que sustituya a un Demarai Gray en horas muy bajas. Además, esto adelantaría la posición de Alex Iwobi, cuyo actual estado de gracia pide a gritos estar más cerca del área rival.


En la fase defensiva, mientras Nathan Patterson siga lesionado y Seamus Coleman ocupe su lugar, el flanco izquierdo debe proporcionar un nivel ofensivo que con Vitalii Mykolenko no existe. Teniendo en el banquillo a Rubén Vinagre, un jugador que acostumbró a ocupar toda la banda izquierda en Wolves, prescindir del portugués parece la decisión equivocada a la hora de darle más balance al equipo.


Sea como sea, el mensaje debe mantenerse en uno de apoyo a Frank Lampard. Pese a que no esté exento de criticismo y tenga buena parte de la culpa por el desenlace de nuestros últimos tres encuentros, debemos entender que caer forma parte del proyecto de maduración y, dentro de lo que cabe, eran partidos a priori complicados.


Es más, seguramente haya más caídas que éxitos a lo largo de esta temporada de recomposición; de ahí la importancia de preservar la paciencia y no cometer decisiones irracionales antes de tiempo. Es fundamental que no cunda el pánico.

Onwards & upwards. Up the toffees.

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